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Conclusión de la fase diocesana de la Causa de beatificación y canonización de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta

L'Osservatore Romano 

Ciudad del Vaticano, 4 de septiembre del 2005

(c) Osservatore Romano 

Artículo publicado en la edición dominical
del diario oficial del Vaticano:
L'Osservatore
Romano.
Trata sobre la conclusión de la fase a nivel
diocesano,
un breve perfil de Luisa y algo
sobre su espiritualidad. 
(Traducido al español por los Hijos de la Divina Voluntad) 


"L'OSSERVATORE ROMANO", Domingo 4 de septiembre 2005

APÓSTOL DEL SUFRIMIENTO SALVÍFICO, NUTRIDA DE ESPIRITUALIDAD EUCARÍSTICA

La conclusión de la fase diocesana de la Causa de beatificación y canonización de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta

El próximo 29 de octubre, en la Iglesia Matrice de la ciudad Pugliesa de Corato, Mons. Giovanni Battista Pichierri, Arzobispo de Trani-Barletta-Bisceglie, cerrará la fase diocesana de la Causa de Beatificación y Canonización de la sierva de Dios Luisa Piccarreta (1865-1947), humilde y oculta terciaria dominicana, (crucificada) en una cama por más de sesenta años. Con mucha prudencia y otro tanto de constancia los Ordinarios Diocesanos sucesores -a partir del dominico Mons. Reginaldo Giuseppe Maria Addazi, hasta Mons. Giuseppe Carata su sucesor- se han dedicado a redescubrir y a rescatar su limpio testimonio de vida, mientras los fieles continuaban perseverando siempre en la cada vez más difundida devoción a un alma tan excelsa.

Redescubierta y revalorada

En estos cerca de sesenta años transcurridos después de su muerte, se ha ido intensificando la laboriosa búsqueda de textos manuscritos o impresos de Luisa Piccarreta; existen varios grupos y asociaciones privadas inspirados en su espiritualidad, obteniendo mucho beneficio de la lectura de las obras publicadas. 

Se obtuvo de la Santa Sede la autorización para trasladar los restos mortales de la Terciaria Dominicana del Cementerio de Corato a su iglesia parroquial de Santa María Greca. Recuperada la casa que fue habitada por la sierva de Dios por tantos años en Vía Nazario Sauro, se erigió canónicamente la Pía Asociación "Piccoli Figli della Divina Volontà" (Pequeños Hijos de la Divina Voluntad). Por caminos misteriosos, abierta por la Divina Providencia, la figura y la espiritualidad de la "Divina Voluntad" de Luisa Piccarreta ha sido descubierta y revalorada también por un gran número de fieles del continente Americano. Tras la feliz reunión de diversos aspectos de revaloración, el Arzobispo Mons. Carmelo Cassati obtuvo de las competentes Congregaciones Romanas el nulla osta para la apertura de la Causa de Beatificación y Canonización de la Sierva de Dios, acontecida el 20 de noviembre de 1994, solemnidad de Cristo Rey del Universo; y he aquí que finalmente hemos llegado a la conclusión de esta primera fase de la prolongada escalada hacia el honor de los altares.

Jamás estuvo sepultado el recuerdo de Luisa, ni sus humildes y extraordinarias enseñanzas, ni el testimonio de su existencia evangélica, ni la edificación espiritual que atrae como un imán a las almas tras sus ejemplos, ni el bien que continúa esparciendo con su intercesión desde el Cielo. 

Tres acontecimientos verdaderamente históricos han coronado el camino de afirmación de Luisa Piccarreta en estos últimos años: Los Congresos Internacionales que se tuvieron en San José de Costa Rica en diciembre de 1995, en Corato en octubre de 2002 y, próximamente en el mismo Corato del 27 al 29 de octubre. El Congreso Internacional de Costa Rica, que duró 11 días, se desarrolló en cinco intensas reuniones diarias, o más propiamente "meditaciones", todas centradas sobre la Divina Voluntad tal como las vivía y enseñaba Luisa Piccarreta, a las cuales se añadieron las Celebraciones Eucarísticas y la adoración permanente (diurna y nocturna) al Santísimo Sacramento.

Algunos datos sirven para evidenciar la importancia de este memorable Congreso: alrededor de doscientos congresistas provenientes de dieciséis naciones americanas, una representación de Italia y de la India, varios Obispos (entre los cuales el Ordinario de Trani-Barletta-Bisceglie Mons. Cassati), alrededor de trescientos sacerdotes, ciento cincuenta seminaristas y muchísimas religiosas.

HACIA EL CONGRESO DE OCTUBRE

El congreso del 2002, que se desarrolló en el Oasis Nazaret de Corato, con muchos participantes provenientes del exterior, sirvió para recapitular sobre el estado de la Causa. El último congreso internacional, previsto para octubre próximo, con ocasión de la clausura de la fase diocesana de la Causa de Beatificación de Luisa, contribuirá para poner a la luz aquellos aspectos sobresalientes relacionados con la persona, la espiritualidad y la santidad de vida de Luisa Piccarreta, a la luz de los testimonios y de los documentos hallados en el curso de estos últimos años.

A propósito de la Causa, ya en 1994, apenas se instaló el Tribunal Eclesiástico y se publicó el edicto arzobispal para la recopilación de los nombres de personas que serían interrogadas para dar un testimonio y de los escritos de Luisa Piccarreta, se evidenció un confluir de una multitud de fieles alrededor del lecho de la sierva de Dios para escuchar sus simples e iluminadas lecciones todas centradas en la Divina Voluntad, de la misma manera como sucedía cuando estaba en vida. De hecho, el primer resultado del trabajo procesal fue la recopilación y la catalogación de los volúmenes del diario y de las publicaciones de Luisa Piccarreta. En 1996, el Arzobispo Mons. Cassati, presentando una solicitud al entonces cardenal Joseph Ratzinger, obtuvo también del Ex-Santo Oficio las fotocopias de treinta y cuatro volúmenes escritos por la sierva de Dios -que habían sido sustraídos en 1938 por dicho dicasterio- y nombró a algunos insignes teólogos para reexaminar dichos escritos y para obtener un juicio sobre la ortodoxia del pensamiento de Luisa, para anexarlo a los actos procesales.

En el lapso de tiempo trascurrido desde su muerte, el fuego de estos escritos se ha encendido y ahora el Tribunal ha podido constatar todo su benéfico valor e importancia: ¡verdaderamente una mina de espiritualidad! También la difusión de las obras traducidas en diversos idiomas constituye como un devoto peregrinaje y una escucha religiosa de su simple, humilde y eficaz palabra proclamada con la vida y con los opúsculos.

No se crea, sin embargo, que la sierva de Dios haya sido una grafómana o una mujer con tendencia a hacer publicidad a su persona. Que por el contrario fue extremadamente reacia a dictar o a poner por escrito el fruto de sus prolongadas contemplaciones nocturnas, de sus amorosos diálogos con su esposo Jesús. Sólo cedió a la obediencia de sus confesores, el primero de los cuales fue don Gennaro De Gennaro, y san Aníbal María de Francia, su director y promotor de las primeras publicaciones.

El Tribunal ha puesto especial atención y premura en soportar los hechos con un nutrido expediente de testimonios escritos y verbales, al margen y antes del proceso formal en los años '70, por parte del Padre Bernardino Giuseppe Bucci, bajo autorización de Mons. Carata, para que no se perdieran, dada la edad avanzada de los testigos de "visu et ex auditu", de hecho ya difuntos.

En relación con el desarrollo de las Sesiones del interrogatorio de los testigos sobrevivientes citados -invitados todos ellos a dar sus testimonios jurados- se confirmó el consenso unánime de la santidad y el ejercicio heroico de las virtudes teologales y cardinales de la sierva de Dios; no se viola ningún secreto si se afirma su juicio unánime, tanto más válido por cuanto más visto en el contexto del constante y creciente consenso unánime de devoción siempre vivo en la opinión pública.

A través de las respuestas escuchadas, a los miembros del Tribunal, bajo la guía del Postulador de la Causa Don Lattanzio, parecía revivir el entusiasmo de los cuatro días en los que se expusieron los restos mortales de Luisa y de los triunfales funerales del fatídico marzo de 1947; apoteosis y coronamiento de su existencia terrena.

Si quisiéramos esbozar un pálido perfil, los rasgos que quedaron impresos podrían ser: Luisa Piccarreta gozaba, vox populi, ya en vida del apelativo de "santa" y, como ya se indicó, todos la llamaban y todavía la llaman "Luisa la santa".

Con esto no se quiere prevenir el inapelable juicio que compete sólo a la Santa Madre Iglesia -aunque queda siempre un voto ardiente-, sino que denota solamente un juicio del pueblo, fuertemente golpeado por su simplicidad, transparencia y santidad. Jamás hubo en ella ostentación de clamores y fenómenos extraordinarios: sino una existencia marcada por más de sesenta años de sufrimiento, de unión con Jesús sufriente; de uniformidad con la Voluntad de Dios, a la cual estuvo consagrada con voto de víctima y con la gracia querida por ella de no tener los signos visibles en el cuerpo; de un trabajo que podía desarrollar (bordar en "tómbolo") y que enseñaba a sus alumnas; de pobreza y de desapego absoluto de los bienes de la tierra, en un estado de continua oración. En la cotidianidad de sus deberes, un solo fenómeno extraordinario: el régimen de su alimentación y aquella rigidez corpórea nocturna que ella llamaba "el habitual estado". En el decir de los que la acompañaron, Luisa se alimentaba poquísimo, sin detrimento alguno a su salud. Sólo una cosa no le podía faltar: la Santísima Eucaristía.

Cuenta en su autobiografía que ya adolescente: "la Comunión se convirtió en mi pasión predominante. En ella concentré todos mis afectos. Era feliz cuando escuchaba hablar a Jesús, y cuánto me costó estar privada de él, porque estaba obligada por mi familia a ir con ellos a la casa de campo, donde debía quedarme por largos meses sin Misa y sin Comunión".

EN COLOQUIO CON EL ESPOSO

Su coloquio con el Divino Esposo se prolongaba largamente durante la noche provocándole la rigidez de sus miembros, del cual sólo podía recobrarse por obediencia del sacerdote que iba cotidianamente a su casa para celebrar la Santa Misa o para llevarle la Comunión. El resto de la jornada lo transcurría entre el trabajo y la sonriente acogida de aquellos que iban a pedir consejo y consuelo. Afirma Don Benedetto Calvi, último confesor e incomparable difusor de su figura y de sus escritos: "su cama se convertía en una maravillosa cátedra de la cual, con sabiduría y unción divina, íntimamente transformaba a las almas. No pocas salían de su habitación visiblemente cambiadas, sorprendidas y conmovidas, y... dispuestas a purificarse prontamente con una santa confesión". Fue para todos el ejemplo de una normal y cotidiana santidad que consistía en la simplicidad y humildad de vida, en sus breves exhortaciones, en el esfuerzo de intenciones sobrenaturales y en la perfección de sus actos: es el estilo de santidad que actualmente es buscado por la mayor parte de los fieles.

La espiritualidad que caracterizó la vida, el hablar y los escritos de la sierva de Dios es "hacer la Voluntad de Dios", "el ser la pequeña hija de la Divina Voluntad" y "la misionera del Reino de la Voluntad de Dios", a la luz de la afirmación de Jesús: "Mi alimento es hacer la Voluntad de aquél que me ha enviado" (Jn. 4,34) y de la célebre oración del santo dominico Alberto Magno: "Señor, yo quisiera ser tu amantísima Voluntad". Las exhortaciones, los diarios, los libros, los consejos, eran, entonces, a la luz del "Fiat Voluntas Tua", así como Jesús la hizo, la enseñó y la sugiere en la oración del Padre Nuestro. Sobre este fundamento se explica el ejercicio constante y heroico de la virtud de Luisa, especialmente su imperturbable serenidad en las pruebas que debió sufrir. En vida fue muchas veces visitada, examinada, observada e interrogada por la autoridad eclesiástica, por superiores, sacerdotes y religiosos de elevada cultura teológica y ascética, pero permaneció perfectamente serena y sobre todo humilde y obediente a la Voluntad de Dios que se manifiesta a través de la Iglesia y de sus ministros. Y ahora parece que sea la augusta Voluntad Divina la única que puede remover los obstáculos y promover la difusión de una espiritualidad tan necesaria actualmente para la salvación de la humanidad. 

Maestra y misionera de la Divina Voluntad, lo propone no "con palabras de sabiduría humana", en un areópago de sabios de la tierra, sino como fruto de su amor a Dios, como humildísima mujer del pueblo, con un grado de cultura apenas elemental, con una existencia casi de una sepultada y "escondida con Cristo en Dios" (Col. 3,3).

ESPÍRITU DE OBEDIENCIA

Resplandece en la sierva de Dios su espíritu y su práctica de obediencia a la Santa Iglesia. Ya se hizo alusión antes en relación con los actos de obediencia por los escritos y por su salida diaria y cotidiana de su "habitual estado". Su plena sumisión al juicio de los superiores eclesiásticos fue la perla más resplandeciente de su alma. Ella misma -conviene notarlo- infundía tal sentimiento en los sacerdotes que parecían envueltos e influenciados por su virtud. Por lo mismo, fue tenida siempre en gran estima por todos los Arzobispos de su Diócesis, por los sacerdotes del lugar y por los religiosos interesados. Luisa sigue siendo en el Cielo una lumbrera de esta virtud en una época que no está libre de contestación, fruto del "non serviam" que serpentea en las relaciones de la Iglesia, de la familia, de las naciones y de convivencia social.

Un último toque para casi dar un completo perfil espiritual de la Sierva de Dios resalta en las conclusiones del Proceso, y es: Apóstol del sufrimiento salvífico.

El hombre contemporáneo, que se confía en las conquistas científicas, tecnológicas y sociales, rehuye del misterio de la cruz, del dolor y del sufrimiento, lo interpreta casi como un aniquilamiento de su dignidad, no lo comprende, pretende eliminarlo de su historia.

Con sabiduría evangélica, Luisa Piccarreta propone, con términos concretos y populares, y con eficaces ejemplos, la cruz, como remedio y salud del mundo. En ella, la cruz es dolor fecundo en unión al Cristo crucificado y místicamente inmolado en la Eucaristía; es un dolor lleno de amor, es dolor oculto voluntariamente y siempre en la línea y sintonía del Fiat, pronunciado en Nazaret y renovado sobre el Calvario de María Santísima, de quien Luisa fue tan devota.

Por lo tanto, jamás hubo lamentos, sino sólo unión con Cristo víctima de reparación ante la Justicia de Dios a favor de los hombres: al cáliz desbordante de los méritos de Cristo paciente, ella nos recuerda que es necesario añadir la gota del hombre para cooperar con su misma Redención. A cuantos se dirigían a ella para implorar a Dios alivio en las penas de la vida, nunca escondió esta sublimación del sufrimiento, Vía Crucis seguido por ella hasta el Getsemaní y hasta el "Consumatum est" del 7 de marzo de 1947.

Creemos que no exageramos si afirmamos que Luisa Piccarreta se convirtió en una criatura que dejó signos indelebles de los carismas, de las celebraciones y del apostolado desarrollado y, por misteriosa disposición de la Voluntad de Dios, brilla como estrella en el firmamento de la santidad de Cristo, reflejada en innumerables aspectos en los hermanos y hermanas unidos a ella. El espíritu de las virtudes practicadas por ella permanece y llega a ser cada vez más estímulo y ejemplo para que todos recorran el mismo camino de santidad, no obstante que ha pasado tanto tiempo.

Esta humilde laica, anciana y siempre joven en la frescura de su carne sin embargo martirizada por una larga e inexplicable enfermedad (¡no se encontró ningún diagnóstico preciso!), con completa paz, serenidad, humildad e inocencia, desde lo alto del Cielo interceda por nosotros peregrinos y nos obtenga la protección celestial.


P. SABINO LATTANZIO
Postulador

P. PIETRO CIRASELLI
Juez Delegado