Suscríbase: Subscription

Vidas de Santos

Santoral Católico

Informativo diario - ACI

Informativo diario - ACI


Cargando widget...
Enlaces de la Santa Sede

Magisterio de la Iglesia

Santa Sede


chicos.divvol.org






Mapa del Sitio


La Sublimidad de la Cruz


Frases sobre la Cruz
Extraído de las Alabanzas del Reino (Semanas I y II).

Himnos, Cantos y Enseñanzas espirituales,
extraídos de varios párrafos sobre el tema
de "La Cruz" de los Escritos de la Sierva de
Dios Luisa Piccarreta.



Volumen VI, 22 Diciembre 1903.

En la creación le di al hombre mi imagen; en la encarnación le di mi divinidad, divinizando su humanidad.

En el acto mismo en que se encarnó la divinidad en mi humanidad, en ese mismo instante se encarnó también en la cruz.

Desde que fui concebido, fui concebido unido a la cruz.

Así como la verdadera cruz estuvo unida a mí cuando me encarné en el seno de mi madre, del mismo modo la cruz forma otras encarnaciones en el seno de las almas.

La cruz destruye en el alma lo que es propio de la naturaleza humana, y la colma tanto de la divinidad, que forma una especie de encarnación de Diosen el alma y del alma en Dios.

No digo unión, sino encarnación, porque la cruz penetra tanto en la naturaleza que la transforma en dolor, y donde hay dolor ahí está Dios, pues no pueden estar separados Dios y el dolor.

La cruz, formando esta encarnación, hace que la unión entre Dios y el alma sea más estable y que sea más difícil el llegar a separarse.

 

Volumen III, 1 Mayo 1900

La cruz embellece al alma y es tan potente, que si tiene alguna deuda ella la paga, y hace que con mayor seguridad se le restituya la escritura de la deuda contraída.

Después de haber cubierto cualquier deuda le forma al alma el trono más resplandeciente en la futura gloria.

¡Ah, sí, la cruz y la Eucaristía se alternan una a la otra y una espera máspotentemente que la otra!

La cruz es mi lecho preferido, no porque no sufrí dolores atroces, sino porque por medio de la cruz hacía nacer tantas almas a la gracia,

así que al ver tanto bien ese lecho de dolor era un deleite para mí y tanto la cruz como el sufrir eran mi delicia.

No, no quiero que le temas al sufrimiento, como si quisieras obrar con temor. ¡Animo, ánimo! ¡Obra con valentía! ¡Disponte tú mismo al sufrimiento!

 

Volumen III, 2 Diciembre 1899

I

La cruz que tú sufriste, oh Jesús, me liberó de la esclavitud del demonio y me desposó a la divinidad con un vínculo indisoluble.

La cruz es fecunda y hace nacer en mí la gracia; la cruz es luz y me desengaña de todo lo que es temporal revelándome lo que es eterno.

La cruz es fuego, y reduce a cenizas todo lo que no es Dios, hasta llegar a vaciar mi corazón de la más pequeña hierba que pudiera tener.

La cruz es una moneda de precio inestimable y si yo llego a tener la fortuna de poseerla, me enriqueceré de monedas eternas hasta llegar a ser el más rico del paraíso, porque la moneda que circula en el cielo es la cruz que se ha sufrido en la tierra.

La cruz hace que me conozca a mí mismo y me da a conocer a Dios. La cruz injerta en mí todas las virtudes.

La cruz es noble cátedra de la sabiduría increada, y ella me enseña las doctrinas más elevadas, sutiles y sublimes.

Sólo la cruz me revelará los misterios más escondidos, las cosas más ocultas, la perfección más perfecta, escondida a los más sabios y eruditos del mundo.

 

II

La cruz es como agua benéfica que me purifica, le suministra alimento a mis virtudes, hace que crezcan y solamente me deja cuando me conduce a la vida eterna.

La cruz es el rocío celestial que me conserva y embellece la hermosa azucena de la pureza.

La cruz es el alimento de la esperanza. La cruz es la antorcha de la fe operante. La cruz es como un leño sólido que conserva y hace que se mantenga siempre encendido el fuego de la caridad.

La cruz es como un leño seco que hace que se esfumen y que huyan todos los humos de la soberbia y de la vanagloria y produce en el alma la humilde violeta de la humildad.

La cruz es el arma más potente que ofende a los demonios y me defiende de todas sus artimañas.

 

Las Horas de la Pasión, de las 10 a las 11 a.m.

¡Oh cruz adorada, suspiro de mi corazón, martirio de mi amor, razón de toda mi existencia!

¡Oh cruz, cátedra de sabiduría, tú enseñas la verdadera santidad! ¡Sólo tú haces los héroes, los atletas, los maestros, los santos!

¡Tú eres nuestra vida, tú eres nuestra luz y nuestra defensa, nuestra custodia y nuestra fuerza! ¡Tú nos conduces gloriosos al cielo!

¡En ti se complace el Padre, inmolando a su Hijo, en el amor del Espíritu Santo, en la unidad de la Divina Voluntad! Amén.

 

Volumen VII, 23 Febrero 1906

En la cruz, no solamente me crucificaron las manos y los pies, sino hasta las más pequeñas partes de mi humanidad, de mi alma y de mi divinidad;

todas quedaron clavadas en la Voluntad del Padre, porque mi crucifixión fue la Voluntad del Padre; y por eso quedé clavado y transformado totalmente en su Voluntad; y todo esto era necesario.

Porque el pecado no es otra cosa que retirarse de la Voluntad de Dios, de todo lo que es bueno y santo y que Dios nos ha dado; creer ser algo y ofender al Creador mismo.

Y para reparar esta audacia y destruir este ídolo que la criatura hace de sí misma, quise hacer desaparecer totalmente mi voluntad humana a costa de grande sacrificio, para vivir solamente de la Voluntad del Padre.

 

Volumen VII, 8 Octubre 1906

La cruz le sirve a la criatura como el freno al caballo. ¿qué cosa sería del caballo: si el hombre no usara el freno?

Sería indomable, desenfrenado; andaría de precipicio en precipicio, hasta volverse nocivo al hombre y a sí mismo.

En cambio, con el freno se amansa, camina derecho, queda al seguro de cualquier precipicio y sirve a las necesidades del hombre.

Así es la cruz para el hombre; la cruz lo doma, lo frena, le detiene la marcha, para que no vaya a precipitarse por el camino de las pasiones.

¡Ah, si no fuera por la cruz, que Dios, en su infinita misericordia, le da al hombre como freno para domarlo, en cuántos males se metería la pobre humanidad!

 

Volumen IX, 20 Noviembre 1909

Quien toma la cruz según el modo de ver humano la halla enfangada y por lo tanto más pesada y amarga.

En cambio quien toma la cruz según el modo de ver divino la halla llena de luz, ligera y dulce.

Porque el modo de ver humano carece de gracias, de fuerza y de luz; por lo que el alma siente la osadía de decir: "¿Por qué aquél me ha hecho esa injusticia? ¿Por qué éste me a dado este disgusto, por qué me ha calumniado?"

Y el alma se llena de indignación, de ira, de venganzas, y por lo tanto la cruz se enfanga, se llena de tinieblas y se vuelve pesada.

En cambio el modo de ver divino está lleno de gracias, de fuerza y de luz, y por lo tanto el alma no siente la osadía de decir: "Señor, ¿por qué me has hecho esto?"

Es más, el alma se humilla, se resigna, y la cruz se vuelve ligera y le trae luz y dulzura.