Hemos venido meditando, que cada elemento que se añade a los demás forma una unidad, este es el sentido de aquella "unidad de la luz de la Divina Voluntad" que encontramos en los escritos de Luisa. Es posible conocer muchas verdades, pero mientras no se comprenda la unidad de estos conocimientos básicos podríamos caer en el error de pensar que algo falta o que no se entiende; esta unidad en la cual todo toma su lugar, nos hace ver el orden de todo.
María, quien nada tuvo que ver con el demonio, fue la primer criatura que lo venció, de tal manera que ninguna tentación entró en Ella por la gran claridad que poseía, ya que Ella era un sol que no podía ser envuelto por las tinieblas o la mentira, pues Ella conocía la Verdad y estaba transformada en Cristo. Yo me imagino que las mismas tentaciones de Jesús las sufrió María; por ejemplo aquella tentación de Jesús en la que fue subido a un monte y se le dijo "todo esto te doy si me adoras" (Mt 4,9), la pudo haber sufrido María entrando en Ella la soberbia, al pensar que era muy grande, pues de algún modo se dio cuenta de ello cuando fue elegida para ser la Madre de Dios y ser la escogida de todos los tiempos. ¡Qué gran mentira disfrazada de verdad!, Jesús ya tenía el poder, Él poseía todo, el demonio le dice "mira todos estos reinos, son míos, te los doy si me adoras" (Lc 4,6-7); si Jesús le hubiera creído, alejándose de la verdad, hubiera caído. Esto mismo sucedió con Adán y Eva cuando el demonio les dice que si comen de aquel árbol iban a ser como dioses (Gen 3,5), y sin embargo ellos ya eran como Dios. Esta es la misma tentación de estos tiempos, creer que podemos ser dioses, pero sin Dios.
Aquí está la astucia del maligno, presentar la mentira como algo igual a la Verdad, con los mismos elementos de la Verdad tergiversados, acomodándolos a cada quien, porque el demonio quiere que seamos dios pero sin Dios.
El más potente exorcismo es la Verdad, es María, porque Jesús y María son uno. Ahora bien, la rabia que tiene el demonio contra María es mayor que la que tiene contra Jesús, porque Ella, a sus ojos, es una vil criatura, y además de todo mujer. Pero Ella, por gracia, fue transformada en Dios, pues viendo las cosas en modo absoluto y no relativo, Dios vino para hacer al hombre Dios, y nadie más como María es uno con Cristo. Como María, siempre hay que decir "sí" a la Verdad. El "te amo" de Dios realmente es substancial.
A Dios lo adoramos; a María no se le adora, se le venera (dulía) como a los santos, pero con máxima veneración (hiperdulía).
El Evangelio de San Juan llama al demonio "el príncipe de este mundo" (Jn 12,31; 14,30; 16,11), porque el mundo está sembrado de mentira y de tinieblas, sin que haya cosa que no tenga su grado de mentira, y el Reino de Dios será el Reino de la Verdad. Lo hemos leído en otras ocasiones, por ejemplo el prefacio de la fiesta de Cristo Rey, nos dice qué clase de Reino esperamos, pero nadie habla de él, se le ve totalmente humano, y es ridículo y totalmente escalofriante el modo como lo ven algunos.
Dice el prefacio de la liturgia en esta fiesta "Porque consagraste Sacerdote eterno y Rey del universo a tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, ungiéndolo con óleo de alegría, para que ofreciéndose a sí mismo, como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la Cruz, consumara el misterio de la Redención humana y, sometiendo a su poder la Creación entera, entregara a tu Majestad infinita un Reino eterno y universal: el Reino de la Verdad y de la Vida, el Reino de la santidad y de la gracia, el Reino de la justicia, el amor y la paz".
"Reino de la Verdad y de la Vida": la Verdad es la que da la Vida (un santo sin vida no puede ser santo), la felicidad (un santo triste es un triste santo) y la paz.
"Reino de la santidad y de la gracia": la santidad es fruto de la Verdad y de la Vida. La santidad es hacer la Voluntad de Dios; y la gracia nos es dada para hacer la Voluntad d e Dios.
"Reino de Justicia": la verdadera justicia es darle a cada quien lo que le corresponde, así pues nosotros debemos darle todo a Dios, ya que a Él todo le corresponde desde el momento en que somos esclavos y llevados al matadero por el pecado, Él nos compró con su sangre, somos sus esclavos, no merecemos paga alguna; Él es el único que merece y lo merece todo. No obstante, ¿cuál es el premio que nos da? Su Reino. Ya el cielo sería demasiado premio, pero a Él no le basta, sino que nos da el cielo anticipado y millones de gracias, y se nos da Él mismo, nos transforma en Cristo.
"Reino de Amor y de Paz". El amor es la hija primogénita de la Divina Voluntad; la paz es la reconciliación entre la voluntad humana y la Voluntad Divina, es el fruto de la reconciliación, ya que no hay paz cuando dos voluntades no quieren lo mismo, y la reconciliación viene por la luz de la Divina Voluntad.
En una palabra, el Reino es "El Reino de la Divina Voluntad", porque la Divina Voluntad es la Verdad y la Vida. El alimento de Jesús es la Divina Voluntad (cf. Jn 4,34), su vida es Ella misma. La santidad es fruto de la Vida, y la Vida, la felicidad y la paz son frutos de la Verdad.
El perfecto exorcismo es la Verdad. Si todo lo que hemos dicho no lo vivimos en modo absoluto, la tentación puede entrar. El demonio es "el espíritu de la mentira" (cf. Jn 8,44), "el acusador" (cf. Ap 12,10), todos cargamos con estas mentiras y acusaciones dentro, y por eso Jesús nos dice "no juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados" (Lc 6,37), y nos enseña a "ser misericordiosos como el Padre celestial es misericordioso" (Lc. 6, 36), pues Él pudiéndonos juzgar no nos juzga. Es interesante contemplar lo siguiente: el Padre es el Juez y el Hijo es el Abogado, ¿quién va a ganar?, además dice Jesús que va a enviar otro abogado, al Espíritu de la Verdad, entonces, ¿quién gana? Y es que Cristo vino a esto, para que el Juez hiciera lo que quisiera, pero que todo recayera sobre de Él, entonces en Cristo termina toda la Divina Justicia, pues si la justicia es darle a cada quien lo que le corresponde, al hombre le correspondería la muerte eterna, por lo tanto, sobre Cristo recayó nuestra muerte eterna, es por esto que vemos a través de los volúmenes de Luisa que toda la vida de Jesús fue una muerte continua, y habiéndola recibido en sí mismo, está saldada la Justicia. No hay más juicio, Cristo es el juicio; el juicio universal será ver a Cristo, y en Él vernos a nosotros, ver las muertes que todos le dimos, allí no habrá vergüenza, todos querremos ser los primeros en ser juzgados para la gloria de Dios, y no nos importará ser los más humillados de todos con tal de que todo sea para la gloria de Dios, y por eso será el triunfo perfecto sobre Satanás, porque reinará la Voluntad de Dios, la Verdad en modo absoluto, y por lo tanto ya no entrará el demonio. La Luz disipará perfectamente las tinieblas, y cada uno de nosotros seremos luz, seremos soles, todo será luz, es más, veremos incluso todo lo que hizo el demonio como luz, y entonces para nosotros aun la media noche será pleno mediodía. Todo esto se desarrolla dentro de cada alma, Dios va formando su Reino dentro de cada uno de nosotros.
En el momento en que Lucifer se reveló, no pudiendo hacer nada contra Dios, se lanzó directamente contra las criaturas, y cayeron, pero para gran humillación del demonio, la victoria de Dios sobre él será tal, que no podrá vanagloriarse ni un grado de decir "pero yo gané un poquito"; no será una victoria relativa sino total y absoluta. En Dios no hay victoria relativa pues implicaría que hubo una pérdida. Humanamente no entendemos, pero no debemos verlo así.
La verdadera liberación que vino a hacer Jesús es del todo interior; Él vino a liberarnos del poder del demonio, del mundo y de la carne. Jesús viene para arrojar y a atar en el abismo al demonio, entonces ya no va a poder tentarnos y todo será luz porque no tendremos al acusador. Debemos por eso buscar la Luz y darnos cuenta de que el centro es la Verdad.
En el Antiguo Testamento no se habla de que los profetas arrojaran demonios, pero cuando viene Jesús, nos empieza a enseñar cómo hacerlo; ahora en la Divina Voluntad nos lo dice en modo absoluto, y se lo dice a Luisa quien termina venciéndolo.
Hace poco la Iglesia beatificó a un italiano quien durante 2 años sufrió una posesión del demonio, esto le sucedió 4 años antes de morir; nunca fue a que le hicieran oración, ni pidió ser liberado, sino que lo vivió como Voluntad de Dios, y quedó totalmente liberado después de dos (2) años.
Dios da esos medios (oraciones, exorcismos, etc.) para consolar, para confortar, para que adquieran fe, pero Dios no los libera en un instante porque los quiere más firmes en la fe, porque si permitiera que la liberación se diera en una sola sesión, entonces ya liberados podrían marcharse y no ser constantes en Dios.
Con la fuerza de la Verdad, la certeza absoluta del amor de Dios y confianza absoluta en Dios (de que Él sabe lo que está haciendo), la posesión no dura mucho, sólo lo necesario para que el alma se fortalezca.
Dios también hizo al demonio, entonces tenemos que aprender a verlo como Dios lo ve.
En los volúmenes de Luisa dice que en la Divina Voluntad no hay tentaciones, entonces si tenemos tentaciones, significa que nos hace falta vivir más en la Divina Voluntad. En relación con la Verdad que ya conocemos, el demonio ya no nos va a tentar, porque la luz ya existe, pero hay momentos en que nos dejamos llevar por la mentira y nos lleva, por ejemplo, a impaciencias, a pequeñas incompatibilidades y diferencias con otros, esto no me asustaría, me asustaría que no quisiéramos seguir caminando, o mejor aún, volando.
Tenemos que luchar contra el tentador que tiene dos campos de trabajo: Por un lado, nos volvemos nosotros acusadores, porque vemos algo que no nos gusta (porque sentimos que..., porque nos parece que...), y el acusador trabaja a través nuestro; por otro lado, nos volvemos los acusados, siendo nosotros mismos los acusadores. Al acusador se le vence con la Verdad, dejando de ver lo que sucede a nuestro alrededor y fijándonos en la Verdad.