El espíritu del Evangelio está en aquello que dice San Pablo: "La letra mata, el espíritu vivifica" (II Cor 3,6). Es muy bello contemplar cómo toda palabra del Evangelio está relacionada con las demás, cómo ninguna palabra debe ser tomada aisladamente, y cómo tanto más se conoce cuanto más se toma todo en el contexto completo.
Jesús les explica a los apóstoles que no hay quien pueda expulsar demonios y después hablar contra él, y añade también "el que no está contra mí, está conmigo" (Lc 11,23; Mt 12,30; Mc 9,40). A la luz de esto, ¿qué se diría de los protestantes, quienes hacen este tipo de "liberaciones", y después hablan mal de la Virgen y de la Iglesia?, pues si la Iglesia es Cristo, está claro que están en contra de Cristo, entonces, ¿son éstas verdaderas liberaciones?
Los protestantes pertenecen a una iglesia diferente a la nuestra como institución, pero pertenecen, por el bautismo, a nuestra misma Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. La verdadera Iglesia es la del Cuerpo Místico, las demás podríamos llamarlas "religiones afiliadas", que no son la Iglesia; porque la Iglesia es la que Cristo instituyó en cabeza de San Pedro, de los apóstoles y de todos los sucesores de los apóstoles, es decir, los que continúan la tradición apostólica, la enseñanza de los apóstoles; esta es la Iglesia que Dios instituyó, que jamás cambia y que siempre ha mantenido la misma enseñanza.
Decíamos que los protestantes están contra Cristo, contra Cristo Iglesia. Cuerpo Místico de Cristo significa cuerpo misterioso, pues es un misterio humanamente inexplicable, pero misterio del cual somos verdaderamente miembros, misterio bellísimo, tanto más bello por cuanto somos miembros vivos, porque muchos forman parte de este Cuerpo, incluyendo a los protestantes, que por el bautismo son injertados, y que en el momento en que comenten el primer pecado mortal son miembros muertos con los cuales los miembros vivos están cargando; he aquí por qué Cristo crucificado es imagen del Cuerpo Místico de Cristo, destrozado por fuera y por dentro, pues se le destroza su Corazón.
La Verdad Es El Mejor Exorcismo
"La verdad os hará libres" (Jn 8,32), pero hay que creer en ella. creer en que "Dios me ama", para esto Dios nos va purificando hasta que creamos verdaderamente en la verdad, y entonces, teniendo ya certeza absoluta, la liberación se nos da por añadidura. La Iglesia siempre ha enseñado que el exorcismo por excelencia es la Eucaristía bien recibida, esto explica por qué, aun después de un exorcismo, si al alma no se le enseña que debe confesarse frecuentemente y comulgar todos los días, esa liberación seguramente no va a durar; aun cuando las manifestaciones extraordinarias hayan cesado, el demonio continúa su obra ordinaria a través de impaciencias, turbaciones, tentaciones, crisis, etc., para conseguir su finalidad, que es, tanto en la obra ordinaria cuanto en la extraordinaria, alejarnos de la verdad, convenciéndonos de que Dios no nos ama.
El Espíritu de la Verdad nos conduce a la verdad completa, cual es el entender que Dios nos ama infinitamente; el espíritu de la mentira nos conduce a dudar y llega incluso a sugerirnos que Dios sí nos ama infinitamente...pero a veces no tanto, y siempre poniendo un "pero"; es entonces cuando caemos en el engaño por no tener la fe pura y absoluta que puede crecer y dar fruto; el fruto es ser transformados en Cristo, el fruto de la verdadera y perfecta paz y felicidad en la tierra como en el cielo.
Providencialmente los evangelios de las últimas dos semanas nos han hablado de cómo Jesús expulsaba a los demonios; y es que Jesús vino a eso, a expulsar al demonio, a darnos los medios para vencer al enemigo, tanto en la obra ordinaria cuanto en la extraordinaria. Por obra ordinaria entendemos la tentación del demonio para que caigamos en el engaño de que Dios no nos ama. Cuando el demonio nos tienta y nos hace caer, es con el fin de que sintiéndonos pecadores, digamos "Dios no me ama", "Dios no puede amarme si soy pecador", y si por desgracia caemos en algo grave, de inmediato debemos refugiarnos en la Verdad: "Dios me ama y me perdona perfectamente".
Al inicio veíamos cómo todo debe verse en un contexto completo, centrados en ese "yo sé que Dios me ama", y poco a poco, y en la medida en que lo meditamos, todo se aclara más en nuestros corazones hasta el punto de hacer propiedad nuestra todo lo que se ha dicho.