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HOMILIAS sobre "El Espíritu de la Verdad y el espíritu de la mentira"


Padre Pedro Rubio hdv

HOMILIA III. La Cátedra de San Pedro.
(Mt 16,13-19) 22/02/2000.



"Bienaventurado eres tú, Pedro, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mt 16,17). Jesús nos dice esto a todos cuando entendemos con el corazón, creemos y tenemos la certeza de que Jesús es el Hijo de Dios. Qué poco se medita que Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre, pues toda verdad conocida, y la verdad es Jesús Hijo de Dios, es una revelación directamente del Padre, quien envía a su Verbo, Verdad, Vida, Luz, para que nosotros lo acojamos.

El Padre siempre quiere revelarnos al Hijo, a quien no hemos llegado a conocer plenamente. Ya lo tenemos como germen, y con la Divina Voluntad ya poseemos todo, la eternidad toda es nuestra, Cristo y María son nuestros, por esto dice Jesús en los volúmenes "el verdadero amor puede decir lo mío es tuyo y lo tuyo es mío", ¿qué tanto vivimos esta verdad hasta el punto de decir "lo tuyo Padre es mío, el Verbo es mío, y yo puedo hacer lo que quiera con lo que es mío"?.

Cada vez que entendemos una verdad, es el Padre Celestial quien nos la revela, de manera tan sutil y tan delicada que no nos lo hace sentir, y a veces hasta creemos que somos nosotros mismos los que llegamos a conclusiones o a comprender cosas, pues creemos que fue por nuestra mucha oración, penitencia, estudio o entrega, y no simplemente porque el Padre Celestial se haya complacido en revelarnos a su Hijo.

Debemos llegar a que cada instante sea para nosotros una revelación del Padre. Esta luz de la verdad nos hace ver las tinieblas, y ver en las tinieblas. Para Dios aun la noche más obscura es como si fuera pleno medio día. Para los que viven en tinieblas, estas son obscuridad, mientras que para los que viven en la luz, ellos iluminan las tinieblas, siendo ellos luz. Esa luz nos revela la obra de las tinieblas, que es la confusión, la mentira, el entender las cosas al revés; ella, en medio de esto, nos desvela el amor de Dios, "maravillados veremos que la Bestia era y ya no es" (Apoc. 17,8). De tal modo debemos asumir la verdad, que sea parte nuestra, que seamos una sola cosa con ella, al grado de poder decir "yo soy la verdad" (Jn 14,6), que todo lo que parte de nosotros sea verdad. Quien no tiene la mirada fija en la luz y no es luz no lo entenderá.

La obra de Dios es oculta; externamente no se distingue entre el obrar divino y el obrar humano, pues Dios nos lo quiere mantener oculto; al igual que su amor, su te amo se oculta en los accidentes Eucarísticos, en la Cruz, en los niños, etc. El ver, entender o alcanzar a vislumbrar este "te amo" es una verdadera revelación. Cuando Dios da una luz produce dentro del alma aquello que da, es decir, se produce una nueva creación, porque la palabra de Dios es creadora y lo que dice lo crea, es conocimiento, luz, vida, amor, bondad. La palabra de Dios nos transforma en luz y nos funde en ella, como en el 4º grado del vivir en la Divina Voluntad, en el que el alma a través de los rayos del sol llega a fundirse en él.

Desde la tierra no se ve casi nada, no sería así si con mirada perfecta miráramos desde el sol, como Dios, que siendo sol y estando en todo lugar, todo lo ve claro, y por esto, esa luz nos revela la verdad, que en una palabra es amor, y nos permite descubrir rápidamente la mentira, pues la luz todo lo ordena. Un ejemplo de esta luz es cuando Jesús le habla a Luisa del demonio: "ríete de él", eso es todo lo que tenemos que hacer, reírnos y saber que estamos en manos de Dios, que nada de lo que él dice que puede hacer lo puede hacer, y si algo pudiera, sería gracia de Dios. Podemos transformar en luz y en vida la obra misma del demonio, que nos quiere atacar, lo que debemos hacer es refugiarnos en ese Sol Divino que poseemos, ser uno con Él, decir "yo sé que tú me amas", tomar posesión de todo el infinito amor de Dios y pronunciar nuestro "te amo", con el cual todo se ilumina y el demonio se va. Si Dios permite que continúen esas luchas es para que le digamos "te amo", es una continua derrota de la mentira. Lo único que quiere el espíritu de la mentira es engañarnos diciéndonos de muchas maneras "Dios no te ama".

Cada uno de nosotros somos bienaventurados, porque todo esto no nos lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino Dios. Tomemos conciencia de que es Dios mismo quien nos da esta gracia tan grande, vivamos esta bienaventuranza.