En cada instante Dios se manifiesta de infinitos modos y con amor infinito. En cambio, el espíritu de la mentira sugiere cosas negativas y sus consecuencias son: la ausencia del amor, de la vida, de la luz, de la paz, del bien, etc..
En el paraíso Terrenal. Adán y Eva murmuraron contra Dios. Creyeron en lo que les sugirió el espíritu de la mentira, representado por una serpiente. En cuanto creyeron, en ese momento fueron picados por la serpiente.
Después de la caída, hablan las escrituras de sacrificios (signos) que se ofrecían ya desde Abel, aunque no había leyes; los sacrificios que Caín ofrecía a Dios, no eran de lo mejor de sus cosechas, pues , siempre se retenía algo para sí mismo, en cambio Abel sacrificaba lo mejor de sus ganados; los sacrificios de Abel eran más agradables a Dios, por lo que Caín sintió envidia. Esto nos permite ver que si nosotros no nos entregamos totalmente a Dios y vemos que alguien está totalmente entregado, que es generoso, etc., puede producir esta misma tentación, entonces lo matamos en el corazón, porque ya no nos cae bien, no le queremos ni hablar, ni acercarnos a él, ¿por qué? porque sentimos algo por ahí, un rechazo (envidia).
En el antiguo testamento. En el desierto el pueblo murmuró contra Dios y contra Moisés, he aquí Dios los castigó enviando serpientes que mordían al pueblo. Dios por medio de Moisés puso sobre un bastón una serpiente de bronce en medio del pueblo (otro signo); quién fuera picado y viera la serpiente levantada en medio del pueblo, sería sanado. Tenían que voltear la mirada hacia la serpiente para poder así ser sanados. (Num. 21, 5-9)
En la Tierra prometida, el perdón por el quebrantamiento de las leyes establecidas por Dios a través de Moisés, se conseguía por los sacrificios, que como vimos, ya se ofrecían desde Caín y Abel.
En el Nuevo Testamento. El alma que peca y se arrepiente conoce el perdón de Dios viendo a Jesús crucificado "Levantado de la Tierra" (Jn. 3,14). De un modo misterioso aquella serpiente del desierto representa a Cristo (Jn. 3,14), quien se hace pecado por nosotros (II Cor. 5,21), él debía de tal modo asumir todas las tentaciones de todos los hombres de todos los tiempos, para dar por toda la humanidad una respuesta positiva, un Fiat positivo en Cristo, por eso él representa una serpiente en el tronco de la cruz (un signo que es Dios mismo). Dicen algunos santos que los dos árboles del paraíso terrenal estaban representados en los tres maderos del calvario, la cruz Jesús representando el árbol de la Vida, y las cruces del ladrón bueno y del malo, él árbol del bien y del mal.
El perdón de los pecados en el Reino de la Redención, se nos da también por medio de signos sensibles, es decir, a través de los Sacramentos (que no son ya solamente signos, sino también Dios mismo), en particular la Eucaristía que perdona los pecados veniales y la Confesión que perdona todos los pecados.
En el Reino de la Divina Voluntad. Las escrituras alcanzan su plenitud en el Reino. Todo estos signos son semejanzas que hablan del comer del árbol del la vida en el Reino de Dios, del comer sólo del Espíritu de la verdad.
En el Paraíso terrenal estaban el árbol de la Vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. La Voluntad de Dios es el Paraíso en sí mismo, porque cada instante, cada acto, es un nuevo Paraíso, son cielos nuevos y tierra nueva que podemos crear en Cristo, por Él y en Él para la gloria de Dios y que quedarán para toda la eternidad. En este Paraíso de la Divina Voluntad también están estos dos árboles, los cuales constituyen nuestro alimento en cada instante, hasta que llegando a la plenitud de este Reino, nuestro único alimento sea solo y únicamente el del árbol de la Vida, que es Cristo mismo, que es su Voluntad misma, porque en Dios todo es una sola cosa.
"No comas de este árbol ya que si comes morirás" (Cf. Gn. 3,3). Dos ejemplos:
Para confesarnos tenemos que hacer un gesto. Como el pecado fue un gesto, también nosotros con un gesto debemos ir y pedir perdón. Muchas veces cuesta mucho trabajo pedir perdón, mientras que no nos costó trabajo el ofender a Dios. He aquí la tentación: tener miedo del regaño del sacerdote mientras que no pensamos en el gran regaño del purgatorio o del infierno. Por cinco minutos de regaño nos podemos privamos de la eternidad celestial.
El alma en alguna situación dice: "Tal vez Dios me está castigando". En un instante el alma contempla la tentación, es decir el árbol del bien y del mal está ahí, es atrayente, porque Dios lo hizo bueno, pero la idea no es comer de él. El alma ve el fruto, cree en él, empieza a meditar en esa idea, a masticarla, a contemplar la duda, el miedo, etc., por consiguiente se encuentra ya turbado y en ese instante muere (como en el paraíso terrenal, en cuanto la serpiente picó, el hombre murió). Al morir, la Vida divina deja de vivir en el alma. Apenas pica la serpiente, el alma se ve ya turbada, viéndose ya en dudas, en problemas y sufrimientos, es ahí donde inmediatamente se da cuenta que ha muerto; Adán y Eva se dieron cuenta de que estaban desnudos de Vida Divina, de luz (Cf. Gn. 3,7); ellos estaban vestidos de luz y cuando se sintieron desnudos era porque ya que se les había quitado la vestidura de luz. El alma ve que está desnuda y le da vergüenza de Dios porque volvió a caer. Si Adán y Eva en ese momento hubieran volteado la mirada a Dios, le hubieran pedido perdón, ahí mismo hubieran vuelto a su estado de justicia original. Así demos hacer nosotros: inmediatamente comer de nuevo del árbol de la Vida, es decir, ver a Dios a los ojos aún después de la culpa y no quedarse en uno mismo contemplando las consecuencias.
En cada instante nuestra alma debería ser fecundada por el Verbo, por la verdad, por la vida, por el amor, por Dios. Y cada instante que no dejamos que Dios nos fecunde es un aborto Divino, una muerte Divina; contemplemos pues que cada instante tiene su encanto, es un acto de amor de Dios que fecunda al alma con su con su palabra, con su Verbo, aquel mismo Verbo que dijo: "Abriré mi boca en parábolas, descubriré arcanos escondidos desde el principio del mundo" (Mt 13,35; Sal 78,2).
La Privación. En el proceso de crecimiento en santidad de Luisa, nuestro Señor se le presenta en su Humanidad frecuentemente, sobre todo, porque lo que quiere Él es producir en ella la "pena de la privación". Todos nosotros de algún modo vamos a sufrir esa pena, en diferentes grados y con diferentes matices, a alguno le costará por ejemplo dejar a su familia y sufre esa privación; a otro con una persona especial, y a otro con ciertas manifestaciones de Dios, por ejemplo, al principio de la vida espiritual, le da una especial devoción y unión sensible con Dios, y cuando se pones a orar, tiene claridad, no tiene distracciones, siente una dulzura, un amor, etc., pero de pronto se siente totalmente seco como un palo, más frío que un refrigerador en el polo norte; y esa es la privación. En Luisa, Jesús quiso hacerlo de un modo más violento porque ella tenía una misión muy especial, por eso frecuentemente se le presenta de muchos modos y luego la deja, y ella se siente en el infierno, y le dice: "Señor, tú eres el culpable de que yo sea infeliz", y nuestro Señor le explica sobre la privación y le dice "¿por qué te quejas, si yo estoy dentro de ti?, y Luisa le dice que quiere verlo, tocarlo, abrazarlo, besarlo, oírlo, etc. a través de su Humanidad, a lo que Jesús le dice que a través de su Humanidad poco le puede dar, y es por eso que la quiere privar de su Humanidad, para poder darle más; en otro lugar le dice "mi Voluntad soy yo", y así como Jesús dice que su alimento es hacer la Voluntad de su Padre, así nuestro alimento debe ser la Voluntad Divina.
Conclusión. Meditemos: todas las cosas que dije ya están sembradas dentro de ustedes, pero ahora es necesario conservarlas meditándolas en su corazón, comiéndolas, porque yo les digo que si no comen de este árbol, no van a aguantar, no se van a aguantar a ustedes mismos, ni van a aguantar las penas o las privaciones; así que mediten sobre esto. Y no sólo mediten, porque meditar ya es comer del árbol de la Vida, sino que también: coman, comprendan, traten de siempre comprender más porque hay mucha, mucha luz en todo esto.