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HOMILIAS sobre "El Arbol de la Vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal"


Padre Pedro Rubio hdv

HOMILIA III. (Mt 25,1-13) 01/09/1999.



Dios nos va llevando con sencillez y simplicidad por el conocimiento de nosotros mismos y todo se va unificando.

Imaginémonos a la Santísima Virgen viviendo en su tiempo, en este mundo, viendo lo que veía, ¿cómo veía y vivía las cosas de cada día?. Nosotros debemos llegar, ya no vivir las cosas con María, sino en María, actuar como Ella, reaccionar como Ella, "conservando todas las cosas en el corazón meditándolo" (Cf. Lc. 2,51). Ella trataba de ver en todo el amor de Dios, y cuando veía una ofensa grave, por una parte veía el amor de Dios, veía cómo Dios sacaba provecho aún del mismo pecado, veía lo que hace Dios para salvarnos, su misericordia haciéndonos menos duro nuestro purgatorio o incluso nuestro propio infierno; por otra parte ella veía la ofensa y no juzgaba a la persona, porque nunca se puede juzgar, se puede considerar si hay pecado grave, pero juzgar lo que llevó a la persona a cometer ese pecado podría llevarnos a nosotros incluso a hacer algo peor. Juzgamos muy fácil, sin conocer las situaciones que llevan a alguien a pecar. En los escrito de Luisa dice Nuestro Señor que "Ver, pensar y juzgar es siempre la misma cosa", por lo que fácilmente podremos caer en calumnias, y si además hablamos o comentamos sobre nuestros juicios, peor; por eso hay que ponerle luz a todo; María reparaba el pecado y justificaba al pecador: "Padre, no saben lo que hacen" (Lc 23,34), porque en realidad quien peca no sabe lo que hace, de muy poco se da cuenta, porque nos moriríamos al saber realmente lo que sucede cuando pecamos o hacemos que otro peque por nuestra terquedad o porque lo llevamos al borde de la desesperación y de la impaciencia.

Se trata de poner luz, estar alimentando nuestra mente, nuestro corazón, con el amor de Dios. Cualquier cosa que nos lleve al mas mínimo grado de turbación, por mas santa que sea, no es de Dios; no es que no sea de Dios aquello que vimos, sino lo que llevamos dentro, el cómo lo vivimos y cómo reaccionamos. Recordemos lo que es comer del árbol la Vida: mantener la mirada fija en la luz y no en lo que está alrededor de la luz, que es siempre tinieblas en mayor o menor grado; donde hay mucha luz no se ven las tinieblas, pero donde hay poca luz posiblemente tropecemos, así que ¿para qué querer entender algo que no podemos o llegar a entender en un instante toda la sabiduría infinita de Dios? Podemos llegar a iluminar las cosas en cierto grado si vivimos iluminados por la luz, o bien, si somos luz (de acuerdo con nuestro grado de transformación en la luz). Somos luz, pero luz que no abarca todo el universo, pues solamente Dios abarca todo el universo en un solo acto: misterio divino. Dios de algún modo nos participa su eternidad, su potencia, sus atributos y aún su misma luz, pero jamás seremos capaces de abarcar conscientemente el acto único y eterno de Dios, cosa que con nuestra voluntad sí podemos con un simple acto de fe, pero "conscientemente" jamás. Viviendo en la Divina Voluntad podemos decir que estamos en donde está la Voluntad de Dios, como dice en los escritos de Luisa: que toda la creación está concentrada en nosotros y nosotros estamos concentrados en cada átomo de toda la creación, perfectamente bilocados en todo y en todos, pero no de manera consciente. Sin embargo estas son verdades, realidades, así que cuando decimos "te amo", Dios está recibiéndolo en el más pequeño átomo, hasta de la más grande estrella, es un "te amo" que siente hasta en las mas íntimas fibras de su Corazón. De todo esto es causa la Luz, luz que va creciendo en capacidad e intensidad hasta hacernos mas conscientes de la magnitud de nuestro "te amo" y del "te amo de Dios", disipando las tinieblas, hasta llegar a tal grado de ver sólo luz, aunque más allá haya cosas que no alcanza a ver nuestra luz y que, no alcanzándolas a ver, no las conocemos y no podemos gozar de ellas; una cosa diferente es Vivir de la luz...

Vemos el tamaño del sol, no obstante, todo lo que hay al rededor se ve iluminado, si sin ser todo sol; así es en la Divina voluntad o en la vida de la gracia, podemos estar más o menos cerca de la luz; así mismo son los conocimientos, por ejemplo, si sabemos que Dios existe y que nos ama, pero no profundizamos en esta luz, todo lo que esta alrededor será un caos para nosotros y no entenderemos nada, por esto, debemos fundirnos en la luz, ser luz, ser luz que disipa las tinieblas; la luz es el conocimiento de la verdad, es la verdad; conozcamos la verdad, ocupémonos de conocer la verdad, amemos la verdad, démonos a la verdad, entreguémonos a la verdad y todo lo demás se nos dará por añadidura, porque mientras estemos ocupado en la Verdad, no encontraremos las tinieblas, y si hay algo que no vemos claramente, démonos la vuelta y pongámonos a ver otra cosa, o tratemos de ver el amor de Dios, digamos: "no entiendo nada pero debe de ser bellísimo porque Dios lo hizo todo muy bello".

María veía a Dios en todo, Ella vio a su hijo crucificado y no perdió la paz; nosotros, en cambio, aveces por una pequeña cruz hacemos un gran drama. De la luz alcanzaremos la fuerza Divina para poder en cada momento reaccionar y obrar de acuerdo a esa luz y no solo de acuerdo a un entendimiento humano. Veamos las cosas delante de Dios, porque humanamente no entenderemos muchas cosas, mientras que Divinamente, todo. Divinamente se ve todo desde otra perspectiva, debemos aprender a razonar en modo Divino, esta es una de las cosas mas importantes en la vida comunitaria, porque si no trasformamos todo en luz, no importando los motivos, se nos vuelve una verdadera pesadilla esta vida. Todo se nos puede volver un verdadero caos, pero si en cambio vemos en todo la Voluntad de Dios y el amor, ya nada nos costará trabajo. El Amor no está en lo que hacemos o dejamos de hacer, sino en cómo lo hacemos y en las ganas que ponemos en lo que tenemos que hacer. Si somos fieles en lo poco, seremos fieles en lo mucho y Dios nos podrá confiar cosas grandes.

No creamos que porque no pudimos abrir los volúmenes por un periodo de dos o tres meses, Dios no nos va a poder dar más, "en vano trabajan los constructores y los centinelas protegen la ciudad si no es Dios quien la protege... porque Dios a los justos les da las gracias mientras duermen" (Cf. Sal. 127,1-2), de modo que el amor no está en lo que hacemos sino en la voluntad con la que lo hacemos.

En modo humano analizamos "cuánto hacemos", en modo Divino "con qué voluntad lo hacemos, y sabiendo que es Dios quien lo hace". Debemos considerarnos siempre los últimos para que Dios se enamore de nuestra alma. ¡Cuidado con la soberbia espiritual!: "Yo quiero realizarme, yo quiero ser alguien", buscando muchas cosas, y no sólo la gloria de Dios.

Una de las cosas mas graves en la vida espiritual es mirarse a sí mismo; es soberbia quedarse en la nada. La humildad es hacer la Divina Voluntad.