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HOMILIAS sobre "El Arbol de la Vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal"


Padre Pedro Rubio hdv

HOMILIA II. (Mt 24,42-51) 31/08/1999.



La luz disipa las tinieblas, es decir, el Espíritu de la Verdad hace que se vaya el espíritu de las tinieblas puesto que la Verdad es el perfecto exorcismo.

Por el pecado entró la ausencia de luz, de paz, de sabiduría, de verdad, de felicidad y de todo bien. Esta ausencia de luz trajo como consecuencia el conocimiento del bien y del mal (árbol del conocimiento del bien y del mal) que existe dentro del hombre; de manera análoga existe el paraíso terrenal como un estado del alma.

Desde entonces Dios ha venido manifestándose al hombre de diferentes modos, de acuerdo con su capacidad, con la única finalidad de hacer regresar al hombre al orden para el que fue creado. Más adelante con la venida de Jesús a la tierra, nos deja algunos signos que ayudan al hombre a recibir su gracia como lo son: los sacramentos, su palabra, la Iglesia y los santos, signos que producen efectos según la disposición del hombre.

Es así como los sacramentos se convierten en signos por medio de los cuales Dios nos participa la gracia o vida divina. La Eucaristía y la Confesión, por ejemplo, son signos sensibles que Dios nos da a través de los sentidos, a diferencia de los sacramentales, que no son lo que significan, pero sí dan lo que significan (por ejemplo: el agua bendita no es la gracia de Dios, pero sí la comunica). Los sacramentos, por el contrario, no sólo significan la gracia, sino que son lo que significan (por ejemplo, la Eucaristía no sólo significa Cristo, sino que es Cristo).

Por consiguiente, este modo de obrar de Dios por medio de signos era necesario, puesto que el hombre no hubiera sido capaz de recibir la plenitud de su gracia sin signos sensibles. No obstante, la Voluntad de Dios viene a ser el Sacramento de los sacramentos. Este Sacramento debe ser recibido como un don de Dios, el cual debe acogerse primero en la fe: "creer", esto purifica el alma y le hace creer en el amor infinito, la misericordia y el perdón infinito de Dios, de modo que el alma se disponga primero, y luego se dé totalmente, recibiendo esa gracia continuamente, que en un principio se da prestada y luego con su continua llamada se otorga como don.

Uno de los sacramentales es el exorcismo, el cual debe distinguirse de las oraciones de liberación, que por cierto, en su mayor parte son un desorden, y hacen más daño que bien al alma.

El exorcismo más perfecto es la Verdad, que se pronuncia con el conocimiento y el entendimiento de la Voluntad de Dios de una manera perfecta, hasta llegar al punto en que la luz de la Divina Voluntad se haga una con nosotros, es decir, hacernos luz, puesto que ella está dentro de nosotros, es una transformación en Jesús, en Verdad, en Paz, en Bien, realizada en la fe.

Por lo tanto, la Verdad es lo que más ayuda a los exorcismos, de aquí que una perfecta liberación se da durante varias sesiones, con el propósito de ayudar al alma a crecer esforzándose por no volver a caer en el pecado.

De esta manera, la Verdad va entrando en el alma poco a poco, hasta tal grado que el demonio deja de molestar al alma, en otras palabras, cuando el alma deja de comer del árbol del bien y del mal, y come sólo del árbol de la Vida, llegando al punto del olvido de todo y aun de sus mismas penas (las que aprovecha el alma para transformarlas en luz), su mirada y su pensamiento están fijos en el Amor y no en la tempestad.

Es así como con la venida del Reino de Dios el demonio será atado por medio de la Luz perfecta que sólo se alcanza en la Divina Voluntad. Toda tiniebla desaparecerá totalmente.

Sin embargo, aun cuando el demonio haga alguna cosa, siempre resultará en un bien mayor (todo lo que Dios permite es para un mayor bien). Por consiguiente, no debemos tener miedo de la tentación, ni del pecado, basta voltear la mirada a la Luz, abrazarla y decir "Dios me ama", y esto hace que venga la perfecta paz. Siempre debemos ver la esencia: "Dios es amor y punto"; lo que quiera turbarnos, por ejemplo las dudas o el no entender algo, hagámoslo a un lado, pues ya lo entenderemos cuando Dios quiera, y si Él quiere. De esta manera, no nos dejemos turbar jamás, ni siquiera por el pecado mismo, porque "Dios nos ama".

Así, con la confianza y la generosidad atraemos a Jesús, y con amoroso atrevimiento le decimos "mira Señor, yo no necesito que nunca más tú me manifiestes tu amor sensiblemente, porque tengo la certeza absoluta de tu amor, pero si tú lo quieres, que sea sólo por ti".

Tal vez nos gustaría que se nos apareciera Jesús y nos llevara al cielo como a Luisa y estuviéramos en éxtasis, y que un día nos encontraran arriba de un árbol, pues sí, a la naturaleza le gusta y es el deseo natural de la visión beatífica de un día ver a Jesús así, cara a cara; pero no alimentemos eso porque por ahí puede entrar la tentación de que, como Dios no se nos manifiesta así, Dios no nos ama. La esencia es "Dios te ama, punto", y vivir como un idiota enamorado de Dios, no enamorado porque sentimos el enamoramiento, sino porque Él está enamorado de nosotros.

Debemos llegar a ser un sol, de tal tamaño, que abarque todas las tinieblas, es decir, que se las trague, hasta que no existan, hasta que desaparezcan, ser un sol del tamaño del universo e infinito a la infinita potencia. Dios es así, en Dios aun la noche más obscura es como si fuera pleno mediodía; debemos ver incluso en la obra del demonio, el amor de Dios infinito, y entender que él no es más que un pobre perro (y esto ya es un piropo para él), que está amarrado, y que no hace más que la Voluntad de Dios. Entender la esencia: que Dios se sirve de todo para bien de los que le aman, creer en la plenitud de la Verdad; esto es el perfecto exorcismo (autoexorcismo), el cual consiste simplemente en repetirnos "yo sé que Dios me ama" y comenzar a pensar y entender que Dios nos ama, que es infinito amor a la infinita potencia, y entonces, el demonio se siente derrotado y nos deja. En los casos en que el demonio persiste, es porque Dios nos ve con dudas, porque decimos: "sí, yo sé que Dios me ama, pero...", Dios sabe que nos falta un poquito para convencernos más y ejercitarnos más en la meditación de su amor. Así, Dios permite que todavía nos sucedan algunas cosas para convencernos más, para alcanzar una mayor paz, una mayor serenidad, un mayor amor, hasta que llegue el punto en que no exista el miedo, y que si algún día lo sentimos en nuestra naturaleza, digamos "no soy yo, Dios está permitiendo esto por algo"; el fondo debemos tener una perfecta paz y felicidad, nuestra naturaleza tiembla de miedo porque es débil, miserable, cobarde, pecadora, pero nuestra esencia ya entendió que Dios nos ama, que Dios es Luz. Entonces sucederá en nosotros lo que sucedió en la Humanidad de Cristo, pues somos una segunda humanidad, una humanidad añadida de Cristo, estamos sufriendo en nosotros lo que falta a la pasión de Cristo, su misma pasión (Cf. Col. 1,24), es decir, la pasión de toda la humanidad, que en el fondo no es otra cosa que la pasión de la privación de la humanidad en Dios, y que nosotros sufriendo la privación de Dios en nuestra humanidad, estamos haciendo perfecta reparación.

Cuando estemos absoluta, perfecta e infinitamente convencidos de la Verdad, veremos la potencia de nuestras palabras cuando nos toque hablar con alguien por cualquier motivo, y con sencillez diremos que fue Dios, sin atribuirnos nada a nosotros, incluso diciendo para nosotros mismos: "a mí me sorprendería que no hubiera sido así, pues si es Dios quien habla, y yo creo, ¿cómo puede ser posible que no suceda esto?", no obstante, no nos sorprendamos cuando hablemos y nadie nos haga caso, pues el mismo Jesús estuvo entre nosotros, y los suyos no le entendieron. Todo es cuestión de ponerle luz y no ponerse a dudar, encendamos la luz, digamos "Fiat", y ya está hecho. ¿Creemos o no creemos?, aquí no cabe el "sí, pero...", ¿creemos o no creemos?, Dios nos ama y nos ha dado el don de su Voluntad ¿sí o no? Encendamos la luz, digamos sí, y basta.

Somos recién concebidos, comenzamos a aprender cómo se vive esta realidad; vivamos con disposición ese "ser un recién concebido que no sabe nada", somos un feto en la Divina Voluntad, esto es de gran consuelo. Volvamos a la verdad esencial "Dios te ama", entendamos el contenido de ese "Dios te ama", ese es nuestro único trabajo; con esto vendrá todo: creación, redención, santificación y todas sus ramas, bautismo, sacramentos, el sacramento de la Divina voluntad que es la doctrina para aprender y conocer la historia del amor de Dios para conmigo y para con cada uno de mis hermanos.