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Homilía del 1º de Diciembre del 2003


Padre Luis Pedro Rubio hdv

Homilía del primer Lunes de Adviento.



Jesús dice que "En todo Israel no he encontrado una fe tan grande como la de este centurión romano". Sólo Dios sabe si hay gente fuera de la Iglesia que tenga más fe que nosotros.

Prácticamente el Reino se le quitó a los judíos, apenas unos pocos se convirtieron al cristianismo. Jesús vino a los suyos y los suyos lo rechazaron. ¿Cuántas veces viene a nosotros y lo rechazamos? Viene a nosotros y no nos damos cuenta, lo rechazamos sin darnos cuenta, así como los judíos rechazaron a Jesús porque habían rechazado los signos que él les dio y que demostraban que él era Dios.

Jesús pudo venir por más tiempo a la tierra, pero ese no era el modo de Dios. Él nos mostró este signo: Que él era Dios y que quien guarda su palabra queda salvo. Esos signos son: su palabra y las obras, que quedan reafirmadas con la resurrección. "Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe". Esto reafirma la existencia de la vida eterna, que él es Dios y vino a salvarnos.

San Pablo dice que nosotros somos hijos de Abraham por la fe, no por la sangre; somos los verdaderos israelitas, por la fe. Ahora bien, sucede en estos tiempos lo mismo que sucedió en los tiempos de Jesús: quienes no creíamos que entrarían al Reino de Dios, van a entrar. "Las prostitutas y los publicanos os precederán en el Reino de los Cielos". (Cf. La parábola del fariseo y el publicano).

La Sierva de Dios Luisa Piccarreta le decía a Jesús que "es difícil que llegue el Reino de Dios, viendo cómo está el mundo, en donde abunda el mal en el hombre..." y así le decimos a Jesús: "Es difícil que yo llegue a eso, es difícil que viva en la Divina Voluntad". Y corremos el peligro de quedarnos a medio camino, en la mediocridad. No nos dejemos convencer por la mentira, porque "lo que es imposible para el hombre, para Dios es posible". Y cuando de verdad queremos, Dios va moviendo sus cosas para que esto se vaya realizando. Pero no bastan sólo los deseos y las lágrimas, hay que hacer lo que sabemos que debemos hacer: "Ser fieles en lo pequeño". (Dice el gran doctor de la Iglesia, San Agustín que "Las cosas pequeñas son siempre pequeñas, pero la fidelidad en lo pequeño es algo muy grande").

¿Crees que Dios te ama? Tenemos que amar y creer en el amor, "echarle corazón", creer con absoluta certeza.

En esta primera semana de Adviento, meditemos sobre la primera razón que el Catecismo nos dice por la que Jesús vino al mundo: Para reconciliarnos con Dios.

¿Estamos dispuestos a dar la vida, a costa de sangre, por no ofender a Dios? Debemos hacer un firme propósito de enmienda: "Voy a tomar todas las precauciones para no volver a caer, a cualquier costo. Primero es Dios y luego todo lo demás. Eso es la reconciliación: ocuparnos en amar a Dios, estar atentos.

El pecado nos vuelve esclavos del pecado, y al ser esclavo es muy difícil des-esclavizarse.

Considerémonos en el "hospital" de la Oración, donde nos van a hacer "transfusiones de sangre": Cambio de pensamiento...

Es importante dolerse de nuestros pecados, pero no quedarnos allí, porque nos lleva al desanimo y a la desesperación, sino levantarnos y seguir amando a Dios confiando en Dios su amor.

IN VOLUNTAS DEI