...« Jesús habla con el Padre; esta es la fuente y el centro de todas las actividades de Jesús; vemos cómo su predicación, las curaciones, los milagros y, por último, la Pasión salen de este centro, de su ser con el Padre. Y así este evangelio nos enseña el centro de la fe y de nuestra vida, es decir, la primacía de Dios. Donde no hay Dios, tampoco se respeta al hombre. Sólo si el esplendor de Dios se refleja en el rostro del hombre, el hombre, imagen de Dios, está protegido con una dignidad que luego nadie puede violar.
La primacía de Dios. Las tres primeras peticiones del "Padre nuestro" se refieren precisamente a esta primacía de Dios: pedimos que sea santificado el nombre de Dios; que el respeto del misterio divino sea vivo y anime toda nuestra vida; que "venga el reino de Dios" y "se haga su voluntad" son las dos caras diferentes de la misma medalla; donde se hace la voluntad de Dios, es ya el cielo, comienza también en la tierra algo del cielo, y donde se hace la voluntad de Dios está presente el reino de Dios; porque el reino de Dios no es una serie de cosas; el reino de Dios es la presencia de Dios, la unión del hombre con Dios. Y Dios quiere guiarnos a este objetivo.
El centro de su anuncio es el reino de Dios, o
sea, Dios como fuente y centro de nuestra vida, y nos dice: sólo
Dios es la redención del hombre. Y la historia del siglo
pasado nos muestra cómo en los Estados donde se suprimió
a Dios, no sólo se destruyó la economía, sino
que se destruyeron sobre todo las almas. Las destrucciones morales,
las destrucciones de la dignidad del hombre son las destrucciones
fundamentales, y la renovación sólo puede venir
de la vuelta a Dios, o sea, del reconocimiento de la centralidad
de Dios» ...
S.S. Benedicto XVI